Está lloviendo. Abro la ventana, me gusta escuchar el sonido de la lluvia golpeando las hojas de los árboles, no me importa que se mojen unos cuantos cables y una lámpara antigua que llevan años en esa esquina. No, no es la lámpara que mide las emociones, esa sigue desconectada encima de la mesa, me da miedo conectarla y ver que el azul no cambia de color. Ya la conectaré, tiene que pasar el tiempo y más ramas tienen que llegar a la ventana.