Pero el Monoprix es perfecto, entras y el aire acondicionado siempre te refresca, es pequeño, no hay perdida, tienes las cuatro cosas que necesitas y normalmente no tienes que esperar demasiado en la colas. El segurata ya me conoce y siempre esboza una sonrisa al verme, yo se la devuelvo. A la hora de pagar siempre intento ir a la cola de la Jefa, una señora de unos 50 años, igual me equivoco, que según le da el día o es muy simpática o es una borde, me divierte ver que tal día tendrá. Hoy estaba simpática, -carte de fidélité? -oui, bien sûr -pas de sac? -no, merci.
Nada más salir del Mono abrí la botella de agua, hoy hace mucho calor, 30 grados. Busqué con la mirada a ver si veía a un señor mayor que siempre está pidiendo a la puerta, no lo ví, sólo a los perros de los que viven en el cesped con su sofá, probablemente desde hace más de un año, pero de ellos hablaremos otro día...
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